Iba yo caminando por las apacibles calles de mi barrio cuando me percaté de que había desaparecido algo de mi campo visual. Desde que tengo memoria había estado allí. Ese enorme y llamativo círculo rojo. De pequeña imaginaba que era una gran piruleta, y con el tiempo comprendí que tenía un mensaje. Su rectángulo blanco perfectamente encuadrado en el centro indicaba a los conductores que no podrían entrar en esa calle por esa dirección. Pero ya no estaba. Me inundó la alegría al pensar que, gracias a la buena conducta frente al volante de mis vecinos conductores, el señor que se dedica a clavar señales por la ciudad había decidido que, ya que somos seres inteligentes, no necesitábamos aquel símbolo. Continué mi camino, y al cruzar la esquina sentí la misma sensación. Deslicé mi mirada hacia el suelo e intenté buscarle otra explicación a lo que estaba viendo. ¿Por qué lo que siempre estuvo en vertical ahora lo encuentro en horizontal? La presión atmosférica debido al cambio climático podrían haber inclinado aquella señal hasta hacerla alcanzar un ángulo de 90º con respecto a su anterior posición. O tal vez habría estallado una guerra en algún lugar del mundo y un gran tanque habría arrasado con todo lo que había en su camino. O podría ser el efecto oxidante que sufren algunos metales cuando se exponen a la humedad y que causan su deterioro. Pero todas aquellas conclusiones eran erróneas. Para tranquilizaros explicaré la causa de que hayan desaparecido todas las señales de tráfico. Al parecer, unas simpáticas personas han decidido ir acabando con ellas durante las noches que ha durado nuestra recién terminada feria de Dos Hermanas. No me queda más que invitaros a pasear por estas calles, que como decía un spot publicitario: Dos Hermanas, ciudad para vivir. |
lunes, 10 de mayo de 2010
Basado en un hecho real
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